lunes, 19 de enero de 2015

Yo no soy Charlie

            Estamos perdiendo la batalla de la razón, cada día se radicalizan más las opiniones en la calle y, como siempre los más vocingleros y los más agresivos son los que obtienen mayor cota de atención en los medios de comunicación. El resultado es que los liberales, los demócratas y los pacíficos estamos perdiendo la batalla.

            Los terroristas de París no buscaban acallar la libertad de expresión, ni acabar con la democracia ni con nuestra civilización (ningún grupo terrorista puede aspirar ya a eso. Hace 70 años, un grupo terrorista provocó la muerte de 50 millones de personas en Europa y no lo consiguió), lo que buscan es radicalizar las sociedades en torno a ellos mismos y sus problemáticas, tanto las sociedades de los que consideran su enemigos como las que consideran sus amigos. Y es evidente que los terroristas de París están consiguiendo su objetivo.

            Gritar “yo soy Charlie” no es gritar por la libertad de expresión o por el humor político. Es decir que se está de acuerdo con el insulto religioso directo hacia una religión determinada. Porque insultar a algo o alguien, sin mediar provocación y cobrando por ello no es libertad de expresión, es un negocio sucio. Es como defender que lo que hace un proxeneta es promover el amor libre o lo que hace un comerciante de órganos humanos es promover la salud.


            Yo sólo espero que caiga todo el peso de la Ley sobre los terroristas asesinos y sus cómplices, y también sobre los que los amparan y sostienen (moral y económicamente), allí donde estén y lo antes posible. También estoy completamente de acuerdo con reformar leyes e incluso sufrir molestias en pro de la seguridad, pero los radicales no me van a obligar a escoger entre ser Charlie o pro-terrorista porque yo no asumo la línea editorial de Charlie, al igual que sé que la práctica totalidad de los musulmanes no son terroristas.