Primero se
suicidó una política vasca, luego otra señora, después dos ancianos. Y, en
algunos medios, cada uno de ellos aparece como un mártir de la causa contra los
desahucios y la dación en pago. También se citan como causa o motor de que se
aprueben algunas medidas políticas paliativas. La muerte aparece como el último remedio,
como un acto entre la desesperación y el heroísmo en el que parece que el
individuo puede dar utilidad a su propio sacrificio en favor de los intereses
de grupo.
Hace unos
días otra mujer amenazaba con suicidarse si la justicia o la administración no
compensaba un daño familiar irreparable. Periódicamente aparece un suicida como
paladín de la eutanasia.
Hay algo que
huele mal en la elevación a los altares mediáticos de personas desesperadas.
Para lo único que sirve es para que cualquier imbécil se pueda creer un héroe si se sacrifica, e incluso pueda sentirse incitado a ello, Pero el daño que puedan provocar no lo asumirá nunca nadie.
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