Tenemos un Rey que es
el mejor Rey de la Historia de España. El que más paz, libertad, autonomía, desarrollo
(también económico), integración, equidad y justicia ha conseguido que
disfrutemos en España.
Tenemos un Rey que ha conseguido eso prácticamente partiendo
de CERO (o incluso desde un punto de partida negativo).
Tenemos un Rey que dirige la Casa Real más barata de la
historia de España y, en términos relativos, la más barata del mundo.
Me parece que criticar a este Rey por nimiedades como un
elefante o denuncias de un más que probable delincuente y chantajista es,
cuando menos, ingrato, injusto y desleal. Y también me parece que mientras el
Rey lo decida se ha ganado, por oposición, su derecho a ser Rey e incluso, dada
su edad, su derecho a relajarse un poco.
Pero, cuando este Rey nos deje, y antes que plantear aventuras antimonárquicas deberíamos plantearnos, entre otros:
a) Que el Monarca es el auténtico Defensor del Pueblo,
contra los intereses de la Administración y los Políticos, por cuanto está
exento de intereses partidistas, de intereses de empresa y es indefinido en su
puesto de trabajo. En la situación actual en que no existen contrapoderes
(ejecutivo, legislativo y judicial convergen, en la práctica, a sólo uno), la
Monarquía puede ser el único contrapoder que corrija los abusos de los
políticos. En este sentido la Monarquía podría ser, en un futuro una institución
imprescindible para la democracia y la Casa real debería contar con mayor
presupuesto para poder atender las peticiones de los ciudadanos.
b) Que la existencia de la Monarquía puede corregir bastantes
de los fallos de la democracia (que, a pesar de que todos la prefiramos, los
fallos los tiene) como por ejemplo: los asociados al ciclo económico político
(que los políticos gasten de más en los años electorales) y que la monarquía
corrige debido a la obligación de explicarle las cuentas y sancionar las Leyes;
los problemas de intransitividad en el voto (que dos elecciones simultáneas
pueden representan alternativas incompatibles por ej: menos impuestos y más gasto
público) que la monarquía corrige por cuanto es un solo individuo sin intereses
partidistas; la radicalización de las políticas (La teoría del votante mediano
sólo se cumple cuando sólo existen dos alternativas. Si se desea un sistema
político plural se corre el riesgo de radicalización) que la monarquía corrige
encargando la formación del gobierno, de los partidos más votados, al más centrado.
c) Que la Monarquía representa la memoria institucional a
nivel de Estado. En un Estado en que los políticos son poco respetados y muy
volátiles (como el caso español) se pierde dicha memoria y se pierden alianzas
estratégicas.
d) Que el Monarca representa la continuidad y la garantía
del cumplimiento de los compromisos internacionales. Sin la monarquía la
credibilidad de un país como España sería similar al de Argentina o Grecia.
e) Que la presencia de la Monarquía, hasta la fecha, tiene
un efecto balsámico en la población con mayor respeto institucional (que
podemos asociar a individuos del arco político de centro y de centro-derecha) y
en instituciones que garantizan la
estabilidad del Estado como el Ejercito, las fuerzas de Seguridad y la Justicia, que
interpretan la vigilancia y aquiescencia del Rey como una garantía de continuidad
y racionalidad en las políticas y en los derechos y obligaciones de la
población. La ausencia del Rey implicaría la emergencia de un conflicto social grave en la que
participarían actores sociales e institucionales más radicalizados que ahora aparentan tranquilidad.
La Monarquía es un activo y un capital institucional
histórico y de futuro que, sólo los ignorantes, pueden despreciar. Se puede
plantear la reducción de sus competencias (hasta meramente institucionales o
representativas) o su incremento (como institución vigilante que defienda al
pueblo de los abusos del monolítico poder político), pero plantear su
desaparición es como plantear la propia automutilación y dejarse caer en manos
de radicales y demagogos.
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