Felicidad estática
La felicidad es un estado de ánimo personal que se alcanza
con el control del entorno.
El ser humano es un animal muy miedoso. Somos muy
dependientes e ignorantes desde que nacemos y esas características nos marcan
muy profundamente. Cuando escapamos de ellas, siquiera parcialmente, somos
felices, siquiera temporalmente.
Controlar del entorno es conocer lo que sucede alrededor
(qué, porqué, cómo, quién…) y tener el poder de alterarlo.
El poder de alterar el entorno puede ser físico, mental, político,
... El conocimiento del entorno se puede alcanzar con el estudio, experiencia,
reflexión interior...
Felicidad dinámica
El comportamiento dinámico del poder y del conocimiento dificulta
poder disfrutarla de forma constante. A algunos individuos puede impedirle alcanzarla
nunca.
Más poder no es más felicidad porque el poder no siempre
puede ejercerse de forma controlada: Los efectos secundarios o daños
colaterales pueden ser inasumibles sobre todo cuando afectan a terceras
personas. Un mayor poder debe limitarse responsablemente para ser controlado. No siempre podemos (en sentido normativo) hacer nuestra voluntad, aunque podamos (en sentido positivo) hacerla.
Mas conocimiento no es más felicidad porque el conocimiento
tiene mecanismos endógenos de complicación: Un individuo con más conocimiento
puede tener más dudas que un individuo con menos conocimiento.
Mecanismos para alcanzar la felicidad
El autoconocimiento de las propias limitaciones y el
desarrollo de habilidades propias; la limitación de las necesidades; el
ejercicio responsable del poder; la satisfacción controlada de necesidades o
gustos; el gusto por el conocimiento y aprendizaje continuo.
El estado de felicidad es interior e individual y puede
estar motivado por situaciones coyunturales (entender un chiste, tener
información extraordinaria de algún acontecimiento; disponer de helado
suficiente en la nevera,…) o estructurales (paz de espíritu, amistad o amor
verdaderos, disponer de un empleo fijo…) pero siempre consiste en el control
del entorno.
Cuando se alcanza un nivel de felicidad, incluso estructural, es normal perderla
por la aparición de nuevos problemas e incapacidades, que limitan nuestro
control en la nueva situación y que nos obligan a recomenzar la búsqueda del
control en el nuevo entorno.
La felicidad, sobre todo la coyuntural, puede ser tan fuerte
que se llega a exteriorizar mediante gestos de relajación y alegría muy
reconocibles socialmente.
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